Adícora - Noticias

domingo, 7 de marzo de 2010

La posada Casa de los Vientos

VALENTINA QUINTERO en Los Viajes de Valentina - El Nacional
Jean Louis hizo una posada para los vientos paraguaneros
Creador de murales infantiles mientras vivía en Caracas, volvió a su tierra natal y se instaló para siempre. Construyó La Casa de los Vientos, inspirada en Gaudí con piedras de Falcón, ventanas de Coro, techos sobados y un jardín de cactus y cujíes frente a la vista amplia de la península

¿Cómo llegar? Desde donde sea que estén hay que buscar las carreteras que conduzcan al estado Falcón, cruzar el istmo hasta Paraguaná, tomar la vía que dice Tiraya y Adícora, buscar la señalización a Pueblo Nuevo y ahí, entre Pueblo Nuevo y Buena Vista, van a ver un letrero que dice La Casa de los Vientos, en el sector Sacuragua. Si tienen el GPS de Ingeolan, llegan derechito pues está indicado con las coordenadas precisas. Recuerden que para la próxima edición de mi guía, todos mis referencias estarán en el GPS de Ingeolan.

El hogar de los vientos. Las casas deben parecerse a la geografía que las acoge. Los primeros habitantes no se equivocaron. En el Delta los waraos hicieron palafitos para ventilar su existencia y observar las mareas, el movimiento que rige sus vidas. Los andinos construyeron tapiales y ventanitas estrechas para guarecerse del frío. En el Amazonas hay churuatas cerradas o abiertas según el clima y la plaga, pero con elementos de la zona. En Paraguaná los primeros habitantes entendieron la presencia constante de los vientos alisios y decidieron aprovecharlos como un ventilador natural. Ya lo explicaba Graziano Gasparini la semana pasada.

Jean Louis Pages, artista, pintor, diseñador de murales, dibujante en algún estudio de arquitectura, ama y entiende esta península donde se crió en los tiempos de los campos petroleros gringos. Aquí aprendió a gozar la vegetación xerófita, esa forma peculiar que adquieren los cujíes azotados por el viento, que los deja como peinados de lado y achatados en la copa. Su posada La Casa de Los Vientos deja pasar a este invitado de lujo por ventanas ubicadas estratégicamente, puertas enfrentadas, techos altos o bajos y espacios completamente abiertos para ver el paisaje. Sin tener la estructura ancestral de corredores y patio en el medio, las paredes de piedra la convierten en una especie de cueva muy fresca.

Las cabañitas abajo tienen un techo de zen en forma irregular como si fueran la casita de chucherías de Hansel y Gretel. La habitación de Bin Laden, encaletada después de una escalera angosta, antes un depósito de macundales, es una ricura romántica con una ventana minúscula que deja ver sólo la sabana xerófita. En el baño de visitas da la bienvenida un ángel inmenso en un mural. Una losera observa a los huéspedes que bajan a las cabañitas inferiores mientras un chivo de cemento colocado entre cujíes recibe en el estacionamiento. El comedor es muy acogedor, cerradito, con nichos por todas partes para colocar tallas o pinturas.

Nichos en mampostería hay también para colocar libros, discos y hasta la nevera, con el fin de mimetizar su anchura irremediable.

Esta Casa de los Vientos es sumamente acogedora. Sugiero mirarla despacio para captar las sutilezas de su creador. La influencia de Gaudí es notoria. Los padres del dueño son de Barcelona y ha viajado mucho a esta ciudad.

A cuenta de qué se muda nadie a Paraguaná. Toda una vida en Caracas, luego de una infancia feliz en Judibana, una madurez hostil en la capital y unas vacaciones despejadas en Paraguaná, conducen a una decisión certera: "Me mudo a esta loma para pasar mi retiro. No quería seguir encaramado en una escalera pintando murales infantiles. Me conocían como Tío Tigre por mi camioneta pintada de selva. Yo amaba la Caracas de Sabana Grande sentado en un café. Las salidas tranquilas al centro para ver vidrieras. Las exposiciones, los eventos, el arte. Pensaba que moriría de mengua en esta soledad. Pero ahora no cambio mi monte por nada.

Aquí yo soy el arte, el teatro, la gente viene a ver lo que he hecho en esta casa y lo disfruto", explica Jean Louis y se lo crees.

No para un segundo. Es un frenético de su posada.


"Quien crea que una posada es un oficio para retirarse está loco. Es como quienes creían que se retirarían para ser conserjes de un edificio en los años 50. Me levanto a las 4:30 am y no paro. Son 24 horas de trabajo continuo, duermes con un ojo abierto no vaya a ser que algo pase. Pero lo disfruto. Si en Caracas tenía 4 amigos aquí tengo 300. Todo el que llega se convierte en tu amigo", cuenta contento este artista convertido en posadero. Asegura que los huéspedes quieren ser atendidos por los propios dueños. "Hay gente que llega aquí y se queja porque pasaron una semana en una posada y sólo vieron al dueño 3 minutos antes de irse".

Los planes desde aquí. Lo que sería el hogar de Jean Louis se convirtió en posada porque de algo tenía que vivir. Amigos visitantes le sugirieron hacer cabañitas abajo aprovechando la llegada de la zona franca. Como posada tiene 5 años, pero haciendo la casa se pasó como 14. "No la vendo por todos los millones del mundo. Pertenezco a cada rincón. Sé perfectamente cómo lo hice, de dónde salió la idea, tengo los bocetos", dice nostálgico.

Si bien empezó con las cabañitas, espacios de la casa también se convirtieron en habitaciones y lo más reciente es una especie de apartamentico arriba para una familia con cocina equipada, aunque ofrecen desayuno y cena. "Mi hijo Jean Alberto estudió cocina. Ese fue otro motivo para convertirnos en posaderos".

Jean Louis asegura que muchos de sus huéspedes lo que quieren es descansar. Apagan los celulares, no quieren ver televisor ni saber de periódicos. Se instalan en el caney a ver para allá y dejar que el viento les refresque las ideas mientras vuelan los pesares.

Los activos van a las playas.


En la costa oriental quedan Adícora, Buchucaco o El Supí, todas con olas, buena temperatura y sin contaminación.

Hacia la parte occidental están Villa Marina y Los Taques, de azul intenso, inmóvil y heladas. El gran plan será siempre el Cabo San Román, solitario, el peladero de chivos, pero fascinante con los Médanos Blancos y la certeza de pararte en el punto más septentrional de tierra firme venezolana. Otra plan es ir de pueblito en pueblito visitando iglesias, artesanos y comederos. Y finalmente la zona franca en Punto Fijo para las compras nerviosas. Conocí el nuevo Sambil. Es atómico, amplio, precioso, fresco, pero todavía le faltan muchas tiendas por abrir.

Confieso que me encanta Paraguaná. Es una península con una intensa e indiscutible personalidad.

Fuente info

No hay comentarios: